Teddy y Manami

teddy-manamiLo más interesante de los viajes y la vida en general suele ser la gente. Bueno, y los perros y las gallinas y otros animales sociales también, pero hoy quiero centrarme en la gente que compartió casa con nosotros en Buckland: Teddy y Manami.

Teddy Lourenço.
Francés de origen portugués, Tedinho llegó a Brockley Estate a principios de diciembre y estuvo con nosotros hasta que nos fuimos. El muchacho nunca había cogido un avión antes de venir a Australia, así que ¡imagínense lo que debió de ser para él pasar veintidós horas seguidas volando! Por lo visto no soltó su mochila ni para ir al baño del miedo que tenía de que algún pasajero le robara el pasaporte. Continue reading

Paseando a Miss Cucaburra

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Miss Cucaburra

Veinte días después de llegar a Tasmania, Alexis y yo nos dimos cuenta de la necesidad de tener un medio de transporte válido. Enseguida supimos que no sería nada útil alquilar un burro o una alpaca, sobre todo porque todavía no se han construido los carriles-burro. Por no haber, tampoco hay carril-bici en la mayor parte de la isla, así que cuando vemos a algunos ciclistas en sus mallas de licra haciendo kilómetros como locos al borde de la carretera, nos llevamos las manos a la cabeza. Las carreteras tasmanas no son peligrosas de día, pero al atardecer, más vale no conducir. La cantidad de wallabies (pequeños canguros), equidnas, póssums y wombats que hemos visto muertos en medio de la pista es asombrosa. Y a estas alturas, ya hemos visto más animales aplastados en el asfalto que trotando por el bosque. El mayor problema es que muchos de ellos se han acostumbrado a comer carroña y ya pasan de la cacería, así que se alimentan de cadáveres de wallabies en medio de la carretera y mueren atropellados. Pues no, amigos. No es bueno conducir por la noche en Australia. Ni tampoco ser un marsupial. Continue reading

A Bullfrog le da igual (Bullfrog doesn’t give a damn)

A Bullfrog, el becerro canelo y blanco que veo desde mi ventana, le da igual lo que estoy escribiendo, quién soy o cómo me llamo. Bullfrog lleva más de media hora tumbado sobre la hierba, solo, rumiando. Y los estorninos del tejado de la cabaña en la que vivo, entran y salen y vuelan hasta él. Buscan comida y es posible que las moscas que persiguen a Bullfrog les sirvan de aperitivo.
Bullfrog tiene dos meses y es huérfano. Pasa los días en silencio, de la mañana a la noche. Y nunca se queja. Haga calor o frío.
Bullfrog rumia solo en Brockley Estate, Buckland, Tasmania. Entre la hierba, las arañas, las moscas, las serpientes y el jaleo de los pájaros, las cucaburras de risa contagiosa, los carneros, Greg el pastor de ovejas y sus perros. Pero a él le da igual, o parece no importarle. Al menos mientras pueda seguir pastando sobre la hierba, rumiando y rascándose la cabeza con un poste de madera. Como el becerro que es. Continue reading