Cruzando el estrecho

Domingo 3 de febrero. 8.40 de la mañana. Se sueltan las amarras. El ferry empieza a moverse, oigo cadenas cayendo al mar, siento una vibración intensa. Nos deslizamos lentamente sobre el agua subidos a una enorme masa de metal llamada The Spirit of Tasmania. Me como una manzana. Me despido de Devonport, de los meses de noviembre, diciembre y enero, ¡adiós!, ¡adiós! No creo que vuelva más.

 

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At Gillespie’s

El Hobbit

Esta entrada la escribo solo para decir que hace unos días hacía tanto calor por la noche (cuando empezaron los incendios alrededor de Hobart), que me fui al cine buscando un largometraje muy largo solo para disfrutar del aire acondicionado. Así que vi El Hobbit.

La cosa empezó mal desde la taquilla: ¡tuve que pagar 20 dólares! Eso son 16 euros. ¡Imagínense! Y todo porque la película estaba en 3D y te daban unas gafas para verle bien las verrugas a los enanos y los pies peludos de Bilbo Bolsón. Yo me había leído el libro con quince años y me había gustado mucho, pero ya no recordaba gran cosa. Y aquella noche me pareció un rollo soporífero. ¡No pude sentirme menos metida en la trama! ¡Ya estoy harta de ver películas de efectos especiales apabullantes y ninguna sustancia!Con El Hobbit me pasa como con la gran mayoría de los western o con muchas películas épicas: ¡me aburro! Y eso que me había gustado El Señor de los Anillos en su momento. Pero a estas alturas, ya en pleno siglo XXI, faltan personajes femeninos y sobra testosterona. Supongo que por eso Alien es una de mis películas favoritas. ¿Quién da el callo en todo momento y soporta el aliento del Alien en la nuca hasta el final? Una mujer: ¡la tenienta Ripley! Si Bilbo hubiera emprendido la aventura con su mujer, me habría gustado mucho más. Pero resulta que en El Hobbit nadie parece tener mujer y la única que aparece, es una elfa estreñida. Entonces ¿dónde están las enanas, las orcas, las trasgas, las trolls, las magas y las hobbits? ¿Se habrán aburrido de Tolkien y Peter Jackson, que ya chochea, y se habrán ido a vivir aventuras más interesantes?

 

Vida en Hobart

Esta entrada la escribo en un hostal de Hobart: The Pickled Frog (literalmente “la rana en vinagre”). Mientras busco una idea para empezar, la televisión acaba de recordarme el incendio que hubo ayer cerca de la capital.
Ayer y antes de ayer fueron dos días de calor muy intenso. Solo respirar el aire era desagradable, así que desde temprano me fui a la biblioteca, en donde pasé casi ¡nueve horas! Mientras estaba allí, se me empezaron a hinchar los pies hasta que me desaparecieron los tobillos. Decidí caminar un poco a ver si bajaba la hinchazón y salí a la calle: fuera el sol era de color naranja intenso y estaba cubierto de nubes grises. Hacía mucho calor: ¡41 grados! Entonces entendí lo de mis pies. Pero esta ha sido una excepción.

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Tasmania que te quiero Tasmania

Hoy se cumplen cuatro meses desde que Alexis y yo pisáramos suelo australiano por primera vez. Y hace unos días, cumplimos dos meses en Tasmania: una parte de ellos, trabajando en un hotel rural y, el resto del tiempo, viajando con Anne, la madre de Alexis, y Miss Cucaburra.

Ahora que Alexis y Anne están en Sydney y yo en este hostal transitado de camas desgastadas en pleno Hobart, solo puedo decir:

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