Cocky Bennet

imageUna tarde de enero de 1796, mientras Cocky se rascaba la barriga en un nido en lo alto de un eucalipto de Wollongong, un granjero con aliento a tabaco y ajo trepó a una rama y sonrió. William siempre había querido una cacatúa.
Cocky vivió en la granja de William dos años, hasta que éste murió de viruela y la pobre cacatúa, enjaulada, pasó a ser propiedad del joven Capitán Ellis.

Cocky era una cacatúa macho de moño amarillo (Cacatua Galerita) con suerte. Porque a pesar de vivir en una jaula, no se mareaba en alta mar y pudo viajar en barco con su dueño y dar la vuelta al mundo siete veces por lo menos. Así pasó los primeros 78 años de su vida el afortunado Cocky, conociendo mundo. Continue reading

Iggy & The Stooges vuelven a Sydney

Y la cacatúa me llevó al concierto de Iggy la Iguana. Iggy & The Stooges, para ser exactos.

imageEl 2 de abril de 2013 a las 8 de la tarde en el Hordern Pavillion de Sydney. Una noche muy esperada que empezó con una sala prácticamente vacía llenándose a cuentagotas y acabó abarrotada como una plaza de toros llena de gente sudada. Una noche en la que oí pero no vi, porque el recinto era tan pequeño y yo tan “vertically challenged” que apenas conseguí ver a Iggy dos o tres veces, y solo cuando Alexis me levantó en peso. Una noche en la que me habría gustado medir uno noventa y además volar para poder subirme al escenario y tener algo más de espacio para al menos pestañear. ¡Porque aquella noche éramos sardinas en lata! Continue reading

Oh, Cacatúa (Iggy la Iguana)

Oh, Cacatúa de moño amarillo, ¡llévame contigo!
por los parques y orillas
de las playas de crestas sencillas
(y al concierto de Iggy la Iguana)

Oh, Cacatúa de cafeína desafinada
despiértame a las seis para ver Sydney desde el cielo en la mañana.
No me alcances a la Ópera, que está muy vista,
sino en volandas en tu lomo lejos de los sitios de las guías
(y al concierto de Iggy la Iguana)

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Hoy escribo desde Sídney

Y esta entrada simboliza el ecuador de nuestro año sabático.
Alexis y yo hemos vivido ya seis meses en Australia, entre Victoria y Tasmania, y hoy inauguramos la segunda parte del viaje.

Hoy escribo desde Sydney, y también dibujo, pero también podía haberlo hecho antes, desde Merimbula, Tathra, Bermagui, Tilba Tilba, Congo, Moruya Heads o desde sitios con nombres tan novelescos como Tingaringi, Culburra, Milperra, Monga o Tumorrama.

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Una de la tarde en Canberra

Una de la tarde en Canberra. Los cuervos hacen waaaaa waaaa waaaaaaaaaaooooooo y las urracas flufliflufliflifluflufli. El sol calienta pero no quema. Las caravanas se aprietan las unas contra las otras y las doñas y los dones del camping se preparan la comida en sus camping gas. Yo estreno i-pad, o áipad, que es como un ordenador pero más sencillo. Me lo compré ayer en un centro comercial monstruoso lleno de dientes. Hay que tener cuidado con las grandes superficies, especialmente en Australia, porque son muy agresivas y comen de todo.

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28 dias de viaje submarino

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Hoy, dia 28 de febrero, se cumplen 28 dias desde mi ultimo “post” y lo celebro escribiendo uno nuevo.
Donde nos hemos metido en todo este tiempo es una pregunta que alguno ya se habra hecho… Pues la mayor parte del tiempo hemos estado en casa de Ostii, Daylesford, pintando su casa y ayudandolo a dejarla decente para cuando la venda en abril (porque ha decidido vender Salanya!).

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Oda a Salanya

Salanya es como lasaña pero al revés:
es de canguro, está riquita y huele a pies.
Es italiana y australiana
es lasaña internacional.
Con holandeses, españoles y franceses
Es sabrosa, poliédrica y multifuncional.
Con músicos, poetas, carpinteros,
pintores, abogados y camareros,
es la caña del hemisferio bajero.
En Salanya hay niños, mujeres y hombres,
seres hermafroditas y caracoles menonitas.
Y en menos que canta un parto
éste de aquí es el reparto: Continue reading

Cruzando el estrecho

Domingo 3 de febrero. 8.40 de la mañana. Se sueltan las amarras. El ferry empieza a moverse, oigo cadenas cayendo al mar, siento una vibración intensa. Nos deslizamos lentamente sobre el agua subidos a una enorme masa de metal llamada The Spirit of Tasmania. Me como una manzana. Me despido de Devonport, de los meses de noviembre, diciembre y enero, ¡adiós!, ¡adiós! No creo que vuelva más.

 

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El Hobbit

Esta entrada la escribo solo para decir que hace unos días hacía tanto calor por la noche (cuando empezaron los incendios alrededor de Hobart), que me fui al cine buscando un largometraje muy largo solo para disfrutar del aire acondicionado. Así que vi El Hobbit.

La cosa empezó mal desde la taquilla: ¡tuve que pagar 20 dólares! Eso son 16 euros. ¡Imagínense! Y todo porque la película estaba en 3D y te daban unas gafas para verle bien las verrugas a los enanos y los pies peludos de Bilbo Bolsón. Yo me había leído el libro con quince años y me había gustado mucho, pero ya no recordaba gran cosa. Y aquella noche me pareció un rollo soporífero. ¡No pude sentirme menos metida en la trama! ¡Ya estoy harta de ver películas de efectos especiales apabullantes y ninguna sustancia!Con El Hobbit me pasa como con la gran mayoría de los western o con muchas películas épicas: ¡me aburro! Y eso que me había gustado El Señor de los Anillos en su momento. Pero a estas alturas, ya en pleno siglo XXI, faltan personajes femeninos y sobra testosterona. Supongo que por eso Alien es una de mis películas favoritas. ¿Quién da el callo en todo momento y soporta el aliento del Alien en la nuca hasta el final? Una mujer: ¡la tenienta Ripley! Si Bilbo hubiera emprendido la aventura con su mujer, me habría gustado mucho más. Pero resulta que en El Hobbit nadie parece tener mujer y la única que aparece, es una elfa estreñida. Entonces ¿dónde están las enanas, las orcas, las trasgas, las trolls, las magas y las hobbits? ¿Se habrán aburrido de Tolkien y Peter Jackson, que ya chochea, y se habrán ido a vivir aventuras más interesantes?