Esta entrada la escribo solo para decir que hace unos días hacía tanto calor por la noche (cuando empezaron los incendios alrededor de Hobart), que me fui al cine buscando un largometraje muy largo solo para disfrutar del aire acondicionado. Así que vi El Hobbit.
La cosa empezó mal desde la taquilla: ¡tuve que pagar 20 dólares! Eso son 16 euros. ¡Imagínense! Y todo porque la película estaba en 3D y te daban unas gafas para verle bien las verrugas a los enanos y los pies peludos de Bilbo Bolsón. Yo me había leído el libro con quince años y me había gustado mucho, pero ya no recordaba gran cosa. Y aquella noche me pareció un rollo soporífero. ¡No pude sentirme menos metida en la trama! ¡Ya estoy harta de ver películas de efectos especiales apabullantes y ninguna sustancia!Con El Hobbit me pasa como con la gran mayoría de los western o con muchas películas épicas: ¡me aburro! Y eso que me había gustado El Señor de los Anillos en su momento. Pero a estas alturas, ya en pleno siglo XXI, faltan personajes femeninos y sobra testosterona. Supongo que por eso Alien es una de mis películas favoritas. ¿Quién da el callo en todo momento y soporta el aliento del Alien en la nuca hasta el final? Una mujer: ¡la tenienta Ripley! Si Bilbo hubiera emprendido la aventura con su mujer, me habría gustado mucho más. Pero resulta que en El Hobbit nadie parece tener mujer y la única que aparece, es una elfa estreñida. Entonces ¿dónde están las enanas, las orcas, las trasgas, las trolls, las magas y las hobbits? ¿Se habrán aburrido de Tolkien y Peter Jackson, que ya chochea, y se habrán ido a vivir aventuras más interesantes?