9th Guildford Banjo Jamboree


Guildford no es una ciudad, ni siquiera un pueblo. Guildford es una aldea. Cuando el comandante Thomas Mitchell llegó por primera vez en 1836, los habitantes de esta zona no conocían a Guildford como Guildford: esas gentes eran los Jajowarrung y vivían otro mundo, hablaban otra lengua y tenían otros nombres para las cosas. A esta región la llamaban Yarrayne. Mucho antes de los Jajowarrung, el Gran Árbol -The Big Tree- ya estaba ahí: un viejo y majestuoso eucalipto rojo de treinta metros y largas ramas.

En 1840, los primeros ganaderos europeos ya se habían instalado en este pedazo de tierra con sus vacas y ovejas. Una década después, ¡ORO!, llegó la Fiebre. Los habitantes de Guildford, eufóricos, dispararon la tasa de natalidad y abrieron varios hoteles, una oficina de correos y una escuela. Cuando se construyó la primera iglesia (y la primera taberna), Guildford se consagró como pueblo. Entonces llegaron unos 5000 mineros chinos ávidos de oro e instalaron su campamento al lado del Loddon River. Los colonos europeos no estaban dispuestos a compartir las riquezas de SU tierra con ningún forastero (¡bueno estaría!) y entonces empezaron las tensiones, los conflictos, las tasaciones. Hasta que el oro se acabó y las aguas del afluente Loddon se calmaron. La vida en Guildford siguió su curso: la gente nacía, crecía, reía, lloraba, tocaba el banjo, se reproducía, tocaba el banjo, reía y moría. Pasaron los días, los meses, los años, las primaveras, los veranos… Y la aldea, con apenas 200 habitantes, decidió celebrar su primer festival de banjo para seguir riendo. O llorando.

El pasado 23 de septiembre, domingo, se celebraba el último día del festival de banjo de Guildford. Mucho después de los Jajowarrung, de Thomas Mitchell, del oro, de los europeos y de los chinos. Y allí estábamos Alexis y yo para presenciar el 9th Banjo Jamboree que, traducido, sería algo así como la novena fiesta del banjo o la verbena del pueblo. Nuestro huésped Ostii y su novia Nat nos llevaron hasta Guildford, a unos cuarenta minutos de Daylesford. Para cuando llegamos allí, solo faltaban dos grupos por tocar: The Sitting Ducks y The Cider House String Band.

The Sitting Ducks fueron presentados así: The Sitting Ducks play acoustic “Zydejugholybillyblues“. They are now a trio consisting of Gerry McDonald (Vocals, 5 String Banjo and Foot Percussion), Clayton Jacobson (Vocals and Double Bass) and Jonathan Ashley (Vocals, Acoustic Guitar and Harmonica).

Y la Cider House String Band, asá: Enjoy the talents of Damien Smith (Bass), Mick Martin (Guitar), Neil Curzon (Banjo and Fiddle) and Liam Wratten (Banjo and Fiddle). The band was drawn together over a mutual appreciation of homemade cider.

“We also like to play old time string band music together. We have always felt lucky that our beautiful wives and lovely children let us out to play music, but recently have started to suspect that they enjoy the peace and quiet when we’re gone. Come and have a dance with us… last chance! “

Alexis y yo disfrutamos mucho, mucho, ¡muchísimo! Estar allí nos hizo viajar a la época de la Fiebre del Orothe Victorian gold rush– y conocer las caras de los primeros europeos de la región de Yarrayne. ¡Y qué caras! Hombres rosados, larguiruchos o barrigones, de poblados bigotes, largas barbas, manos callosas, pieles hartas de sol y ojos con patas de gallo, mujeres entradas en carnes rodeadas de niños, perros flacos muertos de hambre y mucho alcohol. Y el sonido de los banjos y los violines y la gente moviéndose en corro, dando palmas y bailando, algunos con más emoción que otros, otros con menos estilo que algunos. Por las fotos podrán comprobarlo. ¡Incluso la mujer barbuda estaba allí! Búsquenla y la encontrarán.

A las seis de la tarde, el festival acabó y regresamos al año 2012. Entre todos recogimos las sillas y las llevamos a la minúscula sala de conciertos de la aldea (Old Guildford Music Hall). Allí las apilamos unas sobre otras, con mucho orden, y volvimos a casa. Atrás quedó el Gran Árbol, presente, en silencio. Y nadie volvió a decir una sola palabra sobre el pueblo Jajowarrung porque lo habían olvidado.

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