Ocho: Cuatro noches en Dunedin.
¿Y qué estuvimos haciendo durante tanto tiempo en Dunedin? ¡Pues Dunediando! ¿Qué íbamos a hacer si no? Alexis y yo habíamos recorrido unos cuantos cientos de kilómetros para escapar del frío polar, antártico, cuaternario y cretácico de la Edad de Hielo del centro de la Isla del Sur. Porque frío tuvimos mucho, y en ingentes bocanadas. Respiramos, tragamos y sudamos frío cada día. Bueno, sudar, sudamos poco, y precisamente por eso evitamos ducharnos durante dos o tres días seguidos. Para qué. Ante semejante gelidez, no merecía la pena quitarse la ropa. Ustedes habrían hecho lo mismo, no me vayan a decir que no. Pues en Dunedin, por ser ciudad costera, esperábamos encontrar un tiempo más clemente. Pero resultó que no: esta ciudad al sureste de Nueva Zelanda es linda como pocas en este país, pero también muy fría y lluviosa. Durante un día entero no salimos del kiwi atómico porque no paró de llover, así que nos dedicamos a poner el blog en orden y ver películas. Alguna ventaja tenía que tener pagar un camping con electricidad y duchas. Sí, ¡por fin!, ¡agua caliente! ¡Duchas calientes! También tuvimos tiempo de callejear, de visitar la entrañable cervecera Speight y la horrenda, química y ultra-azucarada fábrica de chocolates Cadbury.