Cuatro: Viajando por la Isla del Sur con el kiwi atómico.
Nuestra primera noche en el kiwi atómico la pasamos no muy lejos de Christchurch, en el pueblito costero de Akaroa, situado en el borde de un inmenso cráter relleno de mar (curioso, ¿no?)
Allí empezamos a sentir el frío invernal, cocinamos nuestra primera cena al raso a dos grados centígrados (el kiwi atómico será atómico, pero el camping gas hay que sacarlo fuera y cocinar fuera, llueva, nieve o truene), y nos dormimos con una bolsa de agua caliente pegada a los pies. A la mañana siguiente, nos despertamos rodeados de vapor condensado, el edredón estaba mojado, la ropa congelada, hacía frío, salía vaho de nuestras bocas al hablar. Qué regocijo, qué maravilla. Estos son los momentos en los que me doy cuenta de lo poco que sabemos apreciar las comodidades del día a día. Pero si viajáramos en una caravana de súper luxe, la aventura tendría mucha menos gracia (y nos saldría más cara).
Después de Akaroa, seguimos rumbo al sur, por la costa y dormimos en la pequeña ciudad de Timaru.