Crónicas de Aotearoa: Christchurch

Dos: Christchurch.

Tras diez días en la preciosa casa de Jutta y Rudi, cogimos rumbo al sur en avión. Destino Christchurch, la bonita capital de la Isla del Sur, ahora reducida a unas cuantas calles y un montón de escombros desde el brutal terremoto de 2011, que acabó con el centro de la ciudad en cuarenta segundos. Christchurch está en una zona de una gran actividad sísmica. Bueno, en realidad toda Nueva Zelanda está en una zona delicada, en el Gran cinturón de fuego del Pacífico, y es más proclive a sufrir terremotos, maremotos y erupciones volcánicas que otros países. Pero aún así, o precisamente por esto, qué maravilla de país.

En nuestra primera noche en un hostal en Christchurch, tuvimos un temblor de bienvenida. Yo me desperté sobresaltada a las dos de la mañana después de oír un ruido intenso, como de algo deslizándose por debajo de la cama, y la cama y la lámpara se movieron. Todo esto duró apenas dos segundos, pero a mí me costó dormirme de nuevo. Y poco después volví a sentir otro temblor.
Al día siguiente busqué en una página de Internet información sobre la actividad sísmica en Christchurch y me quedé boba: en la primera semana de julio se habían registrado 13 temblores. Los dos últimos los sentí yo (nadie más en el hostal oyó nada, ni siquiera Alexis. ¿Soy la única que tiene el sueño ligero?)

De Christchurch poco más puedo contar. Allí pasamos poco más de un día sacando fotos de lo poco que queda que ver y sintiéndonos como monigotes de papel. La naturaleza nos demuestra que somos minúsculas mierdecillas ambulantes. Quizás dentro de diez años la ciudad volverá a tener buen aspecto.

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