El inicio del viaje

Sucedió en Las Palmas, pero pudo haber sucedido en cualquier otra ciudad del mundo: cinco meses de miedo y asco cada mañana al levantarme, al ducharme, al desayunar, durante el trayecto hacia el instituto, al llegar al centro, subir las escaleras y llegar a la clase. Miedo y asco al ver entrar a mis alumnos por la puerta: a los buenos, a los malos, a las maricas locas aspirantes a drag-queen, a los indiferentes, a los que decían “me la suda”, “vete a la mierda”, “me la pela”. Miedo y asco al volver a casa, alivio al comer y dormir la siesta, miedo y asco de nuevo al abrir los ojos, ver el parking de enfrente, el bingo de debajo, los coches, el asfalto, las guaguas y escuchar el ruido, oler el humo de los barcos, sentir las ruedas de los camiones, los frenazos, los neones…

Miedo y asco en Las Palmas. Miedo y asco, miedo y asco, miedo y asco…

Y una idea lejana y luminosa: Australia.

 

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