
Doña Aduana recibiendo a los nuevos visitantes.
A todos los que han visto esa serie sobre los controles de aduanas en los aeropuertos de Australia: ¡déjense de paparruchas! A menos que lleven semillas, comida, animales exóticos o drogas varias en su maleta, claro. Todos los que llegan desde el extranjero tienen que rellenar un cuestionario de unas 10 preguntas, todas ellas relacionadas con lo que transportan en su equipaje y con sus planes de viaje: adónde van, con quién, en dónde se van a alojar, cuánto tiempo, a santo de qué, etc. En eso los australianos son unos pejigueras, aunque no te preguntarán si tienes intención de liquidar al Primer Ministro o a la Queen of England, señora muy apreciada por estos lares.
Si sus pasaportes están en regla, tendrán el placer de conocer a una linda perrita labradora que les golifiará sin pudor todo lo que lleven encima. Y si encuentra algún rastro de chorizo o espetec en el bolso, no dudará en soplárselo al poli aduanero, la muy traidora. Esto me pasó a mí: me registraron el bolso y me preguntaron si llevaba flores secas entre las hojas de mis libros (¿?) Ya lo saben: no viajen con sus herbarios de Peritos Agrícolas a Oz.
Y cuando vuelvan a ver Border Security, piensen que la telerrealidad es como una vieja agorera con ganas de meter miedo solo para que no salgan de sus casas ni emigren en tiempos de crisis.