Cruzando el estrecho

Domingo 3 de febrero. 8.40 de la mañana. Se sueltan las amarras. El ferry empieza a moverse, oigo cadenas cayendo al mar, siento una vibración intensa. Nos deslizamos lentamente sobre el agua subidos a una enorme masa de metal llamada The Spirit of Tasmania. Me como una manzana. Me despido de Devonport, de los meses de noviembre, diciembre y enero, ¡adiós!, ¡adiós! No creo que vuelva más.

 

Ahora puedo decir que conozco un poco esta isla que siempre quise visitar: ya he visto águilas, serpientes, sanguijuelas y wombats. He visto montañas, praderas, bosques verdes y quemados, he sentido el frío antártico y el sol abrasador en mi piel. Ya conozco los supermercados, las calles, los centros comerciales y las oficinas de correos de los pueblos tasmanos. He gastado mis ahorros en una furgoneta, he conducido por la izquierda, he conocido a gente maravillosa de la que me he tenido que despedir, me he bañado en el mar (una sola vez… ¡pero qué vez!), he visto amaneceres, atardeceres, he navegado en un río, me he hartado de Tasmania, he echado de menos el rebumbio de la gente, los olores de la ciudad, la música, el jaleo… He pensado Tasmania, qué sosa eres. Y ahora, después de tres meses, estoy cruzando el estrecho de Bass en un barco. Dentro de nueve horas estaré en Melbourne pensando en lo fea que es esta ciudad y en lo magnífica que era Tasmania. ¡Todo es relativo!

En la cubierta hay un tipo sacando fotos de Devonport, o un vídeo. Habla italiano. Lleva pantalones cortos y luce orgulloso una prótesis de cyborg en la pierna derecha. Tiene estilo. También tienen estilo los dos negros que amenizan la travesía en la popa, tocando la guitarra y la percusión, cantando Proud Mary, Stand By Me y Don’t Worry Be Happy. Hay buen ambiente en el barco.

tas-homeCruzando el estrecho de Bass. Es la primera vez que oigo hablar de este estrecho. Ahora es seguro cruzarlo porque los barcos son modernos, grandes y seguros, pero este estrecho no es fácil: en el siglo diecinueve se hundieron muchos barcos en esta zona. Qué suerte poder disfrutar de este viaje sin ningún sobresalto, mirando por la borda, dejando atrás una estela de espuma como una baba de caracol.Cuando desembarquemos en el puerto de Melbourne, Alexis, Miss Cucaburra y yo volveremos a Daylesford a ver a Ostii y a pasar unos días con él. ¡Es como volver al hogar!

Domingo 3 de febrero. 12 del mediodía. Cruzando el estrecho.

 

Leave a Comment