A Bullfrog, el becerro canelo y blanco que veo desde mi ventana, le da igual lo que estoy escribiendo, quién soy o cómo me llamo. Bullfrog lleva más de media hora tumbado sobre la hierba, solo, rumiando. Y los estorninos del tejado de la cabaña en la que vivo, entran y salen y vuelan hasta él. Buscan comida y es posible que las moscas que persiguen a Bullfrog les sirvan de aperitivo.
Bullfrog tiene dos meses y es huérfano. Pasa los días en silencio, de la mañana a la noche. Y nunca se queja. Haga calor o frío.
Bullfrog rumia solo en Brockley Estate, Buckland, Tasmania. Entre la hierba, las arañas, las moscas, las serpientes y el jaleo de los pájaros, las cucaburras de risa contagiosa, los carneros, Greg el pastor de ovejas y sus perros. Pero a él le da igual, o parece no importarle. Al menos mientras pueda seguir pastando sobre la hierba, rumiando y rascándose la cabeza con un poste de madera. Como el becerro que es.
Alexis y yo llegamos a Hobart, Tasmania, el 1 de noviembre en un avión cualquiera. En el aeropuerto nos estaban esperando Julian y Chaxi. Él es de Tasmania y ella canaria, de Tenerife, como yo. Jules, como un buen tasmano, vive la vida con tranquilidad. Chaxi, como yo, tiene un culo inquieto, lo que quizás explique por qué hemos venido a conocernos a miles de kilómetros de nuestra isla. Hace un par de meses, Jules y Chaxi nos invitaron a venir a Buckland a través de HelpX.net, la página web que usamos para ponernos en contacto con gente de Australia que necesita ayuda con sus casas, granjas, jardines o hijos descarriados. Y aquí estamos. Ayudando. Y algo más…
Jules y Chaxi viven en Brockley Estate, una finca inmensa de varias hectáreas que es a la vez granja y hotel y está a las afueras de Buckland, un pueblo de la Tasmania profunda tan chiquitito, tan chiquitito que no tiene ni supermercado ni oficina de correos. Solo una bonita iglesia a la que nadie va a confesarse, porque Buckland es tan minúsculo que en él ni siquiera hay lugar para el pecado.
En Brockley, Chaxi se encarga de la cocina, de mantener el orden y las habitaciones del hotel de punta en blanco. Jules cuida de los clientes y del resto de la casa, que no es moco de pavo. Lo que me recuerda que una de nuestras misiones es mantener el hotel libre de truños de pavo y gallina. Para que se hagan una idea, una gallinácea puede “dar de cuerpo” entre 25 y 50 veces al día sin importarle dónde ni cuándo ni delante de quién. ¡Quién fuera gallina!
Alexis y yo ayudamos a Jules y a Chaxi cada día con la cocina, el mantenimiento de las habitaciones y el jardín. Aquí solo ingerimos materia prima de la buena, porque la especialidad de Chaxi es la cocina española de supercalidad, no se crean ustedes. Así que Alexis y yo, aunque en Tasmania, comemos como en España. Pero no bebemos calimocho, ¡no señores!, sino Rioja, chupitos de orujo y dormimos la mona en sábanas de seda de oruga imperial de la dinastía Ming (eso sí, en nuestra modesta cabaña cerca del establo y el gallinero). Y para ponerle la guinda al pastel, hemos podido conocer a unos esquiladores autóctonos muy simpáticos y trasquilar la pata de una oveja merina sin ser devorados.
Así que solo me falta decirles: “Eat your heart out, bastards!” (o sea, “¡muéranse de envidia!”)
Todo esto, mientras Bullfrog pasta y rumia solo, en silencio, sin quejarse.
Porque, pase lo que pase, a Bullfrog le da igual.
Pingback: Greg, Alexis and Elisa | East Coast of Tasmania
Creo que no es un buey, es un becerro…?! Buey=yak!
Es verdad! Gracias, Jules! Es que en Canarias solo hay cabras y esta es la primera vez que veo un becerro. Unbelievable! Ahora lo corrijo. See ya 2morrow!
Su destino será el mismo, sea lo que sea…X’DDD
Me temo que sí… Pobre Bullfrog!
:’) ayyy, querida mía, que bonito es saber de ti!!! Un besote muy gordo a los dos!! y a bullfrog <3<3<3