Tasmania que te quiero Tasmania

Hoy se cumplen cuatro meses desde que Alexis y yo pisáramos suelo australiano por primera vez. Y hace unos días, cumplimos dos meses en Tasmania: una parte de ellos, trabajando en un hotel rural y, el resto del tiempo, viajando con Anne, la madre de Alexis, y Miss Cucaburra.

Ahora que Alexis y Anne están en Sydney y yo en este hostal transitado de camas desgastadas en pleno Hobart, solo puedo decir:

Cuando me haya ido de Tasmania, díganle que me fui temprano y no quise despertarla. Díganle que disfruté de sus colinas y senderos, de sus valles y las manzanas del Huon Valley. Díganle a Tasmania que le diga adiós a Cradle Mountain de mi parte, y al lago Saint Clair y a los animales, a los vivos, a los muertos, a los que serán y a los que han sido… Díganle a Tasmania que le diga a sus diablos: ¡sigan gruñendo por mucho tiempo! y a sus serpientes ¡sigan silbando en sabio silencio! Díganle a Tasmania que cuide de sus abejas por largos años y a las flores que les dan alimento y a las sombras que las abrigan. Díganle también a la carretera que corra poco y al asfalto que mate menos. Díganle a las criaturas y a la arena, a los hombres, a las ballenas, a los primeros hilos de color del cielo en la mañana y a los últimos en la tarde, al frío antártico y al viento: “adiós, fue un placer, pero ¿volver?, lo siento, no way”.

 

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